miércoles, 21 de enero de 2009

EL PAPITO (16 octubre 2008)

“Adiós mi amor”, me dijo. Lo conocí un jueves por la noche cuando decidí dejar mi auto y tomar un taxi para ir al cine. Él, de 36 años y con una seguridad en si mismo impresionante… de tez morena y la piel de la cara muy maltratada por el acné en cuarto grado, corte de cabello casi como de mohicano pero un poco mas largo, incluso más largo que el resto en la parte de la nuca, vestía camiseta amarilla con pringas verdes simulando manchitas como las que quedan cuando pintas una pared.
Pantalón de mezclilla, arete en la ceja izquierda y nariz aguileña. Limpio, peinado y no dudo que hasta bien perfumado, la verdad es que no tuve el valor de “investigar” éste último dato, ya que el aplomo aplastante de éste hombre me tenía a la expectativa.
Amable pero con necesidad de ser escuchado, su plática más tendía a monólogo que a diálogo, que he de admitir que era un monólogo divertido, que invitaba a hacer otra pregunta sólo por el placer de escuchar la respuesta.
Su nombre, nunca lo pregunté, no fuera ser que a cambio preguntara por un número telefónico, pero en el taxi de volante pequeño con dos espejos retrovisores, uno en el visor del piloto y el normal que va al centro del cristal delantero; en este escrito con pintura verde y mala caligrafía “El Papito”.
El auto carecía de placas de taxi pero como una señora se bajó de él, decidí confiar, y esa fue mi primer pregunta ¿por qué no traes placas de taxi? Y me explicó que se la están haciendo de emoción, pero que el gobierno de Ebrard ya solucionó que les hicieran un descuento, bla… bla… bla… lo cual le dio al pobre hombre ávido de plática pie a preguntarme algo que hacía mucho no me preguntaban: “¿estudias o trabajas?”, sinceramente tuve que contener la risa que quería manifestarse como carcajada.
Después de tomar un respiro decidí decirle que el comentario lo iba a tomar a manera de cumplido porque es evidente al verme que ya no estudio, pero el galante siguió: “es que puedes estar estudiando una maestría, diplomado o un post grado”. Válgame Dios, que hombre tan persistente, me compartió que ha vivido muy de prisa pero que nunca ha de dejado de hacer ejercicio, que le gusta salir los fines de semana, no tomar mucho porque ya a su edad ya no se recupera tan fácilmente de la resaca y la desvelada.
Cuando llegó el momento de pagar y bajarme, después de agradecerle la buena atención, alcancé a escuchar, “cuídate, que estés bien mi amor”.
Su amor o no, lo recuerdo por el divertido momento.

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