martes, 3 de febrero de 2009

“¡AYUDA!, GRITABA MARÍA”

Ah como me reí cuando leí el relato que contenía esta frase, yo he de haber tenido unos 24 años y aún vivía en Mexicali, aunque ya trabajaba en un periódico local, no dejaba de ser sumamente ingenua y un asalto era algo que no era del día a día para mi, vaya, en mi mente no cabía la posibilidad que en una localidad como esa, a alguien pudieran asaltarlo a la luz del día.
En una de esas ocasiones en las que me puse a leer el periódico, en el que trabajaba, pero que difícilmente leía, me tope con el relato de un asalto, una mujer en el centro de la ciudad había sido despojada de su bolsa, “¡Ayuda! Gritaba María”, citaba el texto. Lo que yo no imaginaba en ese momento es que María era nada mas y nada menos que mi amiga y compañera, cuyo lugar en la redacción estaba a mi derecha.
Lo supe cuando llegó y le pregunté que si quien le había contado el relato que había publicado ese día, con una expresión de “no inventes, soy yo” me dijo todo lo que había sucedido… me tranquilizó el que no le haya pasado nada, y debo reconocer que en ese momento le resté importancia a la situación al grado de hacerle bromas pesadas a la pobre.
Años después, aproximadamente unos 8, me encuentro viviendo en la Ciudad de México, una de las mas hermosas pero también una de las mas inseguras.
El 3 de diciembre de 2005 fui víctima de un secuestro express, donde me dejaron sin dinero pero bendito sea Dios, no me pasó nada, solo el susto, sí, sé que es lo que todos decimos ante tal atraco, pero es verdad… bueno, después de un mes de refugiarme en casa de una amiga y comprar un carro para no andar en taxi, sentía que mi situación emocional en cuanto a los asaltos estaba superada y que si abría bien los ojos, no volvería a pasarme.
¡Oh confiada de mi!, hace dos semanas, cuando regresaba del cine ante la puerta de la pensión donde dejo mi auto en las noches, toqué el claxon del auto, como no me abrían, llamé por teléfono, al no obtener respuesta me bajé a tocar el portón, como era la una de la mañana, la calle estaba desierta y como es costumbre del señor de la pensión, tarda mucho en abrir, entonces este es un proceso normal.
Sólo que en esta ocasión la anormalidad llegó en un carro grande, negro, con al menos dos hombre, de los cuales sólo vi a uno, moreno, muy joven, no pasaba de los 20 años, de cara redonda, con ropa limpia e incluso a la moda, se fue acercando a mi y yo toque con mas fuerza el portón de la pensión gritando que me abrieran, después sólo gritaba y el hombrecito en cuestión se limitó a decirme “No te asustes, sólo dame el celular”, lo aventé en su dirección para que no se acercara mas. Lo tomó y se fue, pero el carro estaba abierto y andando, se lo pudo haber llevado y el de la pensión seguía sin salir, cuando finalmente me deshice en llanto.Desde ese día no dejo de pensar en el relato de mi amiga… “¡Ayuda!, gritaba Hilda Isa”

1 comentario:

α∂яιαииα dijo...

Woooooo!!!!!! isa no sabia que te habia pasado eso!!! bendito Dios como dices que no te paso mas, nomas que el susto, quien te lo quita???!!!!